Cotundo, una parroquia del cantón Archidona en la provincia de Napo, Ecuador, es reconocida por su rica herencia cultural y arqueológica. Conocida como el "Valle Sagrado", esta denominación se debe a la abundancia de petroglifos y vestigios arqueológicos que datan de hasta 10,000 años a.C., reflejando la presencia de culturas ancestrales en la región .
Patrimonio ancestral:
Los petroglifos de Cotundo, grabados en piedra, son testimonios de la sabiduría ancestral y han sido objeto de estudio por investigadores como el padre Pedro Porras. Estas manifestaciones artísticas han llevado a que Cotundo sea declarado Patrimonio Cultural del Ecuador .
Tradiciones vivas:
La comunidad de Cotundo mantiene vivas sus tradiciones a través de festividades como la Parroquialización, celebrada cada 1 de febrero. Durante esta festividad, se realizan actividades como la ceremonia Wayusa Upina al amanecer, juegos tradicionales, corridas de toros y presentaciones de orquestas kichwas locales .
napocotundo.
Además, las comunidades de San Pedro de Chimbiyacu y 5 de Octubre son conocidas por sus artesanías y danzas típicas, respectivamente, contribuyendo a la riqueza cultural de la región .
La Boa Sagrada
En el corazón del Valle Sagrado de Cotundo reposa una imponente piedra con formas serpenteantes: Amarun Rumi, la "Piedra de la Boa". Cuenta la tradición oral kichwa que, hace siglos, una gran serpiente emergió desde las profundidades de la selva para castigar a quienes dañaban la tierra y profanaban los ríos. Esta criatura, enviada por los espíritus de la Amazonía, causó temor, pero también respeto. Tras cumplir su propósito de restaurar el equilibrio entre humanos y naturaleza, se dice que la boa se durmió profundamente y fue petrificada por los dioses, convirtiéndose en guardiana del valle. Hoy, esa piedra sagrada es lugar de visita, reflexión y respeto, especialmente para los chamanes que aún le rinden homenaje en ceremonias ancestrales.
El Pueblo Hundido
Cerca de Cotundo existe una laguna llamada Tumanangu, rodeada de un misterio que se niega a morir. Según los mayores, durante la época de la conquista española, una comunidad indígena decidió desaparecer antes de entregarse. Rezaron, ofrecieron ofrendas y finalmente se sumergieron en las aguas de la laguna, llevándose consigo sus casas, animales, herramientas y secretos. Muchos afirman que, al amanecer o en noches de luna llena, aún se escuchan gallos cantando desde el fondo del agua. Otros dicen haber visto luces o pequeñas sombras moverse bajo la superficie. Para los locales, Tumanangu no solo es una laguna, sino la entrada a un mundo oculto que resguarda el espíritu de un pueblo que eligió la libertad eterna.
El Guardián del Oro
n la quebrada de Verde Yacu, los rumores hablan de oro escondido. Algunos aventureros intentaron excavar o explorar el área, buscando riquezas. Sin embargo, cada vez que alguien se atrevía a cavar, una tormenta repentina azotaba la zona, oscureciendo el cielo y desatando truenos furiosos. De entre la niebla, se escuchaba el rugido de un gran puma, invisible pero presente, que obligaba a los intrusos a huir. Para los sabios del lugar, no se trata de un animal común, sino del espíritu protector de la montaña, que cuida el equilibrio natural y castiga la ambición. Desde entonces, nadie osa perturbar esa tierra sagrada.
El Río que Juzga
Siquihua era un pescador conocido en su comunidad por su habilidad y humildad. Pero el orgullo lo corrompió, y con los años perdió su don y la confianza de su familia. Desesperado, acudió a un sabio anciano, quien lo mandó a ayunar, purificarse y reencontrarse con el río. Una noche de luna llena, Siquihua remó en el río Hillu Yacu para probar su fe. Una tormenta lo enfrentó como prueba final. No luchó contra el agua, sino que se dejó llevar, aceptando su destino. Cuentan que el río lo devolvió a la orilla, no con peces, sino con una nueva sabiduría. Desde entonces, Siquihua volvió a ser guía espiritual y maestro para los más jóvenes, recordando que quien no respeta la vida, termina por perderla.
Los petroglifos de Cotundo son uno de los tesoros culturales más antiguos de la Amazonía ecuatoriana. Grabados en piedras dispersas por la selva, representan figuras humanas, animales y símbolos cósmicos. La tradición oral cuenta que fueron creados por sabios y chamanes ancestrales para comunicarse con los dioses y enseñar a las futuras generaciones. Se dice que quien logre descifrarlos, entenderá los secretos del tiempo, la vida y la naturaleza. Aún hoy, los líderes indígenas visitan estos lugares en busca de sabiduría espiritual.